Hoy día, ante un panorama legal tan complejo no resulta conveniente la confusión del ambiente empresarial con el ámbito personal y se hace más necesario que nunca un cambio cultural en el que se tienda a un asesoramiento jurídico preventivo con contenidos muy diversos según la materia. Para ello se ha de reemplazar la figura de “un abogado” para sustituirla por la de “su abogado”. El asesoramiento preventivo puede evitar el nacimiento de un conflicto que en el caso de haberse presentado es mucho más complejo de resolver.
Del mismo modo que nadie piensa en chocar su auto, pero contrata un seguro por una sabia previsión que se sobreentiende tampoco es absurdo asesorarse antes de realizar un negocio de relevancia económica y aún antes de casarse.
Dicho asesoramiento, al evitar errores por desconocimiento por parte de los contratantes es el modo más eficaz para el mejor aprovechamiento de un servicio jurídico ya que evitar un error es muchísimo más económico que solucionarlo, en especial en un país donde muchos regímenes legales han sufrido cambios legislativos que el común de las personas desconoce como así también la mejor manera de enfrentar la imprevisiones económicas y políticas tan común en nuestro país, como así también las repercusiones internacionales que podría conllevar un contrato.
Por último, también es fundamental conocer las formalidades que cada negocio jurídico conlleva ya sea para concretarlo como para rescindirlo o darlo por concluido por alguna de las múltiples razones posibles. Hay muchos contratos que por requerir determinadas formalidades relacionas con su firma, fecha o su carácter público o privado no tienen el efecto que sus firmantes consideran o creen que tienen, al punto de hacerlos nulos o invalido.
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